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Artículos publicados en El Cisne Discapacidad

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Recuerdos de cuarentena

Al sumergirnos con Pedro en la nave del jugar

 inventamos un espacio tiempo distinto capaz de sacarnos de lo gris de las pantallas,

 combatir el virus del covid y el de los diagnósticos clasificatorios como el T.E.A.

 

Había una vez un niño pequeño llamado Pedro que en su temprana edad había sido diagnosticado dentro del espectro Autista. 

 

Lo consideraban retrasado en el lenguaje y en su capacidad para jugar con otros, sin embargo los movimientos de Pedro no encontraban significación lúdica por parte de otros de su entorno. Todo movimiento era leído desde la literalidad quedando Pedro limitado en su posibilidad de transformar su movimiento sensorio-motor en un movimiento gestual dirigido a un otro.

 

Atrapado en una historia de repetición en la genealogía familiar en la cual toda experiencia infantil quedaba instituida como algo potencialmente peligroso, Pedro podía mover sin gestuar, tocar sin enlazar, ver sus juguetes sin entrar en conexión con una potencia lúdica.

 

La falta de conexión con la potencia del mundo del jugar no le permitía hacer la experiencia de la infancia y devenir con otros creando lazos compartidos. 

 

Poco a poco fuimos armando espacios compartidos de juego con su mamá y re significando cuestiones inherentes en relación al lugar del juego en la primer infancia y prontamente los síntomas manifiestos de sospechas de niño incluido en el espectro autista y excluido del territorio singular de la constitución subjetiva fueron cayendo.

 

Comienza la cuarentena y Pedro por momentos se muestra muy enojado e irritable en el encuadre online.

 

Su mamá presta el cuerpo para ayudarlo a poner en juego su propia imagen del cuerpo e ir inventando poco a poco historias que en sus juegos comenzaron a nacer. 

 

Para que esto suceda pongo en juego mi propia imaginación y mis osos de peluche que me ayudan a jugar y con ellos lo invito a crear una zona intermedia de experiencia compartida.

 

Mi oso Amor-osito quiere jugar con él y saludarlo, compartir a través de la videollamada diferentes instantes capaces de transportarnos hacia el tiempo espacio del jugar que pudimos ir creando en el contexto presencial. 

 

Ante toda propuesta inicialmente Pedro responde rechazando la misma y manifestando irritabilidad cuando algo no acontece según lo esperado por él. 

 

Sin embargo esta tendencia comienza a flexibilizarse llevando a Pedro a ir mezclándose con algunas tramas sin necesidad de rechazar toda propuesta por parte de un otro.

 

Un día Pedro me propone jugar a ser astronautas. 

 

Los cuadraditos de la pantalla del WhatsApp se transforman oscureciéndose,  creando formas de estrellas que invento con unos titeres de sombra y unas lámparas de luz. 

 

¿A dónde querés viajar? Le pregunta mi osito.

En pleno momento de aislamiento Pedro pide viajar a la plaza, pero primero tenemos que luchar contra unos zombis que nos impiden llegar a la plaza.

 

Recostada en el piso de mi consultorio, con el celular de costado, los juguetes desparramados y las luces apagadas, voy sintiendo como la potencia de la ficción compartida me transporta.

 

Permanecemos largo tiempo contemplando la oscuridad de la noche, la luminosidad de las estrellas, exploramos la arena de la plaza en la noche, jugamos a hamacarnos, nuestros barbijos cascos transparentes nos protegen de las leyes de la gravedad, de los diferentes virus que abundan por el ambiente. Pienso en el virus del covid y pienso en el virus de la sobre diagnosticación, en los peligros que representa para un niño ser nombrado por un nombre que no permite un movimiento posible hacia la experiencia infantil. 

 

¿Acaso podría Pedro devenir en todos sus otros posibles si lo nombramos anticipadamente como autista definiéndolo por todo lo que no puede hacer? 

 

Decidí hacer algo distinto y comenzar a crear vínculo con Pedro a partir de la potencia de lo que si podía hacer para crear a partir de allí una experiencia compartida.

 

Pedro sintió confianza, me abrió las puertas de su mundo y en ese vaivén un día comienza a querer jugar a llamar al otro.

 

Me pide jugar a llamar por teléfono a quienes no puede ver por el aislamiento por Covid.

 

Me transformo en su abuelo, en su tío, en sus posibles compañeros de plaza.

Osito Amor-osito quiere hablar con él pero al no haber sido una propuesta efectuada por él, ese día lo rechaza.

 

Termina la sesión y se hace el día siguiente.

De pronto recibo un llamado  por whatssap con el numero de teléfono de su mamá. 

Extrañada ante lo inesperado de este llamado, atiendo.

 

Una vocecita tierna y dulce sale del micrófono del celular diciéndome:

"Hola Barbi, ¿cómo esta el Osito ?"

 

Su mamá al escucharlo hablar por teléfono se dirige hacia él y me cuenta que Pedro tomó su teléfono y me llamó sin haberlo podido advertir y saber siquiera que Pedro podía realizar llamados telefónicos por su propia cuenta.

 

Las categorías espacio temporales que creamos no se miden a través de sesiones de 45 minutos ni a partir del espacio del consultorio. 

 

Quizás jugar tenga más que ver con establecer relaciones con un tiempo que se mide más por su intensidad que por su duración cronológica. 

 

El jugar implica crear un espacio - tiempo distinto capaz de poner la imagen del cuerpo en juego y llevarla hacia otra dimensión. 

 

La nave espacial que compartimos y construimos con Pedro nos transporta y permite salir de casa, incluso en tiempos de aislamiento por Pandemia. 

 

Lic. Bárbara Briguez 

Psicóloga de infancias 

y adolescencias - Ilustradora

Instagram: @senti.pensamientos 

E-mail: [email protected]

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Miradas que posibilitan

El modo de mirar las infancias marca una posición ética y humana 

desde la cual intervenimos para transformar el sufrimiento psíquico infantil.

 

… "Una palabra no dice nada

Y al mismo tiempo lo esconde todo

Igual que el viento que esconde el agua

Como las flores que esconde el lodo

… Una mirada no dice nada

Y al mismo tiempo lo dice todo

Como la lluvia sobre tu cara

O el viejo mapa de algún tesoro"...

Carlos Varela

 

Existe una manera de mirar las infancias a través de una lupa llamada DSM capaz de agrandar cualquier sintomatología y llevarla hacia el país de la certidumbre inmóvil, país en el cual toda diferencia es nombrada como deficiencia. 

 

Sistema trastornado que nombra como trastornos al sufrimiento infantil: 

Niños y niñas Déficit de atención, Trastornos del Espectro Autistas, Trastornos Opisicionistas Desafiantes, etc. 

 

La lupa segrega, estigmatiza e inmoviliza el tiempo del devenir de las infancias al definir a un niño a partir de un trastorno y determinar de manera anticipada a través de esta nomenclatura todo lo que podrá y no podrá hacer.

 

Lejos de pretender negar el sufrimiento infantil, hay modos de mirar las infancias que son en movimiento, dado que consideran la multiplicidad infinita y desconocida que habita en el territorio de la niñez. 

 

Una mirada desde un  caleidoscopio puede invitar no solo a mirar a través de él, sino a ingresar junto con los niños y niñas dentro de él hacia el mandala multicolor que refleja.

 

La potencia del caleidoscopio se activa jugando y creando puentes que inter-conecten el mundo interno de cada uno en un exterior que a su vez transforma el interior.

 

Existen miradas que lejos de dejarnos en posición pasiva, invitan a poner en juego la imagen del cuerpo y la potencia de nuestro deseo por relacionarnos con las infancias, desplegándose hacia un encuentro verdadero con cada niño que ha quedado atascado en su posibilidad de realizar la experiencia infantil. 

 

Con mirar a través del caleidoscopio no alcanza. Para que genere multiplicidad de diferencias en sus escenas hay que atravesarlo, jugar con los diferentes reflejos para construir a partir de cada encuentro con un niño "posibles" que lo rescaten de las certezas del diagnóstico.

 

Había una vez un niño llamado Pablo que un día me invitó a mirar como jugaba en un pelotero desde un caleidoscopio, de pronto, la potencia de esos mandalas en movimiento activaron la magia del jugar.

 

Comencé a sentirme embarcada en un barco pirata contemplando desde el caleidoscopio un mar de posibilidades infinitas y desconocidas por inventarse a través del jugar.

 

Donando esta trama al niño y dejándome llevar por ese mar vino un garabato convertido en títere con un palito que se posó sobre mi y comenzó a mirar junto conmigo.

 

Jugando nos volvimos miniatura y llegamos a atravesar el caleidoscopio metiéndonos en cada una de esas escenas multiplicadas. 

   

La Bárbara transformada en garabato lo recibió en uno de los reflejos, él también se fue transformando en ese ritmo que  compartimos hasta llegar a ese lugar donde había un niño que al haber sido mirado con la lupa del DSM había quedado estático y gris en un T.E.L. 

 

Su garabato y mi garabato, nos-otros garabateados y transformados en garabatos comenzamos a vitalizar con colores la tristeza de ese niño que alguna vez había quedado bajo la lupa diagnóstica.

 

Lupa que invisibilizaba su nombre propio, que no daba tiempo a que el lenguaje se pueda ir construyendo y enlazarse afectivamente a un otro.

 

Entre piratas y mares de inciertos jugares fuimos inventando sesión a sesión diferentes tramas en las cuales las palabras se enlazan desde el afecto que dona la potencia de nuestros encuentros.

 

Él también se transformó en pirata que "mirando en caleidoscopio" me regaló la posibilidad de multiplicar mis posibles. Al habernos puesto en juego, creamos un espacio en el cual nos fuimos moviendo y transformando juntos. 

 

La imagen de un dibujo, de un garabato,  no quedó estática para que repetitivamente sea nombrada con palabras al modo de un pictograma fijo, sino que tomó vida, se singularizó  y al ponerse en juego se la pudo nombrar de múltiples modos y a su vez dejarnos nombrar por ella.

 

Devenimos otros en cada encuentro, nos regalamos risas y palabras que crearon puentes de experiencias compartidas que al mezclarse acontecieron nuevos colores.

 

Que los adultos podamos inventar peloteros coloridos para invitar a los niños a dejarse llenar de colores.

 

Miremos a las infancias con amorosidad de caleidoscopio, atravesemos juntos la multiplicidad de imágenes capaces de generar un devenir que dé lugar a un modo de existir más garabateado y menos lineal, con más juguetes y menos percentiles.

 

Lic. Bárbara Briguez 

Psicóloga de infancias 

y adolescencias - Ilustradora

Instagram: @senti.pensamientos 

E-mail: [email protected]

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¿Certificar Discapacidad o Universalizar las prestaciones sin estigmatizar? 

 

El sistema de salud actual indica la necesidad de acreditar discapacidad para poder acceder a los tratamientos que cada persona pueda llegar a requerir a lo largo de su vida. 

Dicha cuestión también incluye a los niños y niñas. 

¿Resulta esta modalidad de acceso a la salud una manera de "Sanar" o de enfermar?

 

  "El Ministerio de Salud de la Nación certificará en cada caso la existencia de la discapacidad, su naturaleza y su grado, así como las posibilidades de rehabilitación del afectado. Dicho ministerio indicará también, teniendo en cuenta la personalidad y los antecedentes del afectado, qué tipo de actividad laboral o profesional puede desempeñar.” Así comienza el artículo 3° de la ley 22.431 "Sistema integral de protección a los discapacitados" que data desde el año 1981. El articulo mencionado fue incorporado en el año 2001 a través de la ley 25.504, llamada Ley de Certificado Único de Discapacidad. 

 

Considerando la historia de la humanidad en relación a las enfermedades y sobre todo en relación a las enfermedades en materia de salud mental, resulta superador hablar de inclusión en lugar de exclusión para abordar dichas situaciones.

 

Sin embargo, considerar que para que las personas puedan acceder a los tratamientos que requieren y ser incluidas con aquellas apoyaturas que necesitan deben ser nombradas como Dis-capacitadas y acreditar Dis-capacidad a través de un certificado, genera una exclusión debido a su estigmatización a través de un dis-positivo que se instituyó con la finalidad de incluir.

 

La palabra Dis-positivo empleada por M. Focault para referirse al conjunto heterogéneo de prácticas y mecanismos institucionales que potencian y perpetúan el ejercicio del poder, incluye el registro de los discursos y decisiones regulatorias que con-forman a las instituciones. 

 

Tomando en consideración que la raíz del "Dis" indica carencia de determinada función, analizar aquello que no resulte positivo de los dispositivos posibilita el movimiento y transformación de las instituciones.

 

Yendo entonces un paso más de la lógica inicial de exclusión, abordar la institución de la Discapacidad requeriría de un análisis que posibilite una modificación discursiva que transforme a su vez las decisiones regulatorias para brindar las prestaciones pertinentes que cada persona necesite.  

 

Ninguna persona debería requerir de una etiqueta para poder acceder a un tratamiento médico o psicológico.

 

¿Por qué una persona debería ser nombrada como Discapacitado para poder recibir una mayor cantidad de prestaciones que las que cubre el Plan Medico Obligatorio? 

 

Santi necesita tramitar un Certificado Único de Discapacidad para poder contar con la maestra que necesita en el colegio y para que le puedan cubrir desde su obra social la cantidad de prestaciones de salud mental que necesita.

 

En el transcurso de dicho proceso los padres comienzan un proceso de des-subjetivacion de la identidad de Santi que al ser nombrado discapacitado y autista comienza a ser mirado únicamente a partir de un déficit que invisibiliza sus potencias y singularidades. Santi comienza a ser despojado de su nombre propio, así como del lugar de niño. En todo caso,  ahora tendrá el lugar de niño discapacitado que este sistema considera que merece. 

 

Sistema de salud discapacitante que al patologizar el sufrimiento, termina por acentuarlo aún más, generando mal-trato para poder acceder a los tratamientos médicos y psicológicos. 

 

Todas aquellas personas que somos sensibles frente al dolor, que trabajamos con el sufrimiento de las personas, no podemos ser indiferentes a este tipo de dolor estigmatizante que deviene del modo en que esta planteado el acceso a las prestaciones de salud. 

 

Lejos de rendirse a los intentos infructuosos de años anteriores por modificar la nominación del C.U.D., propongo retomar el debate con la intensidad y seriedad que realmente merece. 

 

Si las palabras construyen diferentes tipos de prácticas y subjetividades, modificar la palabra Certificado Único de Dicapacidad por Certificado Universal de Prestaciones, implicaría considerar a la salud como un derecho universal que no requiere de etiquetas para poder tener acceso.

 

Que el Pacman de la discapacidad no invisibilice a las infancias y termine por devorarse sus subjetividades para poder "tratarlas". 

 

El C.U.D. será cosa del pasado cuando se entienda que la inclusión también se da en el plano simbólico y que lo simbólico tiene sus efectos en lo real, que Un Nombre importa, y que estigmatizar para poder tratar, enferma.  

 

Lic. Bárbara Briguez 

Psicóloga de infancias 

y adolescencias - Ilustradora

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